domingo, 25 de septiembre de 2011

DULCE DECEPCIÓN

MARÍA CRISTINA CASTAÑEDA CHACÓN


DULCE – Mascota protagonista – Soy una perrita fiel y demasiado tierna, de once mesecitos caninos; dedicada a mi amo las veinticuatro horas del día (defendiéndolo a capa y espada de cualquier peligro).
Una tarde soleada como cualquiera en altamar; Francisco y yo navegábamos en su yate nuevo; mientras revisaba y tomaba nota de los resultados por internet de la lotería que había comprado, observaba detenidamente cómo tecleaba el computador e imaginaba si yo pudiese utilizarlo algún día. De un momento a otro me desconcentraron sus gritos de festejo por haber acertado todos los dígitos de su billete (se ganó la lotería).
Al anochecer una fuerte tempestad acabo la calma de mi dueño, provocándole un colapso por los intensos vientos y la lluvia que hacían volar y mojar todo lo que estaba dentro del yate; veíamos salir como cometas o mariposas: recibos, facturas, comprobantes y muchos papeles más. De pronto, se percata que entre estos estaba su lotería; no le importó el diluvio que cada vez aumentaba, ni el frio intenso, ni la seguridad misma de ambos. De un grito me manda a traérsela, sin ningún reparo accedí, estaba preparada para nadar en tiempos difíciles, como en esta ocasión y equipada con un salvavidas aferrado a mi cuerpo.
Al cabo de unas horas escuchaba su voz cada vez más lejana que me llamaba desesperadamente, pero en ningún momento volví a saber de Pacho, hasta que naufragando toda la noche logre retomar unas pocas fuerzas para nadar en el día y así logré llegar a la orilla. Cansada y confundida por no encontrar a mi dueño, ni a su yate, con la mirada detallé todo lo nuevo que se encontraba a mí alrededor; sin soltar la lotería de mi boca. Nunca me había separado de mi amigo, padre y amo; tenía que luchar por cielo, tierra y mar hasta encontrarlo. Convencida que también él estaba ansioso de hallarme.
Al atardecer, un poco exhausta de caminar logré subir a un bus con unos musulmanes hasta llegar a la galería del pueblo y allí continué mi camino en mis cuatro patas.
Al cabo de las horas, pase en medio del juego de unos niños, quienes me quitaron el salvavidas y continué mi caminano, soportando el desprecio de muchas personas por lo sucia (ya no era una princesa schnauzer de color negro con rayitos blancos, sino una simple callejera).
Pero, pudo más el amor hacia Pacho que mi vanidad femenina, las inclemencias del clima, los obstáculos de días, atravesé ciudades, pueblos, veredas; pase en medio de escombros, donde me toco dormir. Cada minuto crecía más mi desespero al pensar en el sufrimiento tan grande que estaba pasando mi dueño buscándome, si juntos nos amábamos tanto y a pesar de las peleas éramos uno solo, lloré porque él también estaría llorando; divagaba de un lugar a otro, triste y compungida más por el dolor que estaba sintiendo mi dueño que por el mismo que yo estaba sintiendo. Atravesé desiertos, montañas, heladas, campos, trenes; hasta que por fin llegué a la ciudad donde llegaban las embarcaciones, acercándome cada vez más a mi lugar de destino (la casa de mi amo).
Hasta ese momento, no me había importado el hambre que pasé por días y mis fuerzas ya fallecidas, mis ánimos al igual que mi corazón los llevaba en la lotería que en ningún momento mis colmillos soltaron, solo los pocos minutos en que dormí; pesaba más el saber qué pensaría mi amo de mi cuando me viera darle la sorpresa de la lotería, que ni las ampollas que tenía en mis paticas por caminar en terrenos desconocidos y largos días sin descanso.
Llegando al parque de mi barrio encontré a un señor de la calle que me causo curiosidad y me acerque a él, ilustre y sonriente me detallo completamente y compartió lo poco que tenia para comer conmigo, sin importarle si yo tenía dueño o el peligro que en mis precarias condiciones “representaba para él”. Conmovida por tan generosa acción de su parte le agradecí con la mirada; tome la lotería y continué mi camino, con más ganas de ver a mi Pachito, descansar y terminar con toda esta travesía.
Al fin, a unas cuadras percibí la hermosa casa blanca donde crecí, donde jugaba con mi dueño; aumente la velocidad y el fervor de reencontrarme con mi Pacho.
Emocionada me asome por la ventana y “Eureka, lo encontré..”, en perfectas condiciones, mirando la tele sonriente como todos los domingos cuando juntos lo hacíamos, lo único malo es que esa felicidad que yo le daba la remplazo con una gata. En tan corto tiempo se olvido de mí, no lucho por nuestra amistad, “él sabía que yo daba mi vida por el” y para la muestra de un botón fue mi travesía (el sacrificio de lo que fuese para volverlo a ver y entregarle su regalo), “lástima que yo no signifique lo mismo para él”.
Anonadada, con el corazón destrozado, las ilusiones muertas y el ego tres metros bajo tierra, me regresé al parque donde había visto al hombre de la calle y le entregué la lotería que me acompaño todo el tiempo en mi viaje innecesario o quizás necesario para saber cuánto le importaba yo a mi dueño.
En fin, el señor desconocido se agacha y la levanta del piso, mientras con una sonrisa me demuestra su gratitud y me permite acompañarlo en su incierto recorrido. Pero lo que más intriga me causó fué su gran corazón que da todo sin esperar nada a cambio y despreocupado por lo terrenal… Desde ese momento le Ofrecí mis servicios y todo mi corazón… “El que reconstruiré a su lado poco a poco”…

1 comentario:

  1. Observación al Cuento de MARÍA CRISTINA CASTAÑEDA:

    En esta versión final se pueden ver las mejoras de los pocos errores encontrados en el Cuento, el Cuento tiene una buena estructura y tiene una trama muy sentimental lo que conmueve al lector.

    los conectores no son repetitivos y la puntuación es impecable.

    por: Daniel Felipe Castro

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