domingo, 25 de septiembre de 2011

¿VIDA VIEJA O VIDA NUEVA? VIDA NUEVA.

Melissa Gómez Conde

El océano con sus olas azulosas danzaba lentamente alrededor del brilloso sol color oro tierra, dejando a la vista un pequeño barco con velas grandes y blancas pero más allá de su exterior el barco contenía un pequeño tesoro, más pequeño que el barco mismo… un perrito, un perrito de raza snowser de tamaño mediano, peludo, bigotudo y parecía que tuviera zapaticos porque sus patas eran recubiertas por pelitos largos totalmente marrones con una manchototooota negra, en su cuerpito tenía un tipo de camisa gris con forma rectangular, eso quería decir que no vivía solito a mitad de alta mar.
Entre 50 y 55 años de edad tenía su amigo humano, alto, gordito, de pelo castaño con partes canosas, bigotudo y barboso. Convivían el día a día dándose compañía mutua.
¡El día!, llego el día en que daban los datos de la lotería y los dos juntos empezaron a ver mediante el ordenador los números de la serie que salió ganadora. 16, 29, 32… ¡ganaron, ganaron! Atrapados por la emoción fueron a celebrar acompañados de gritos y aullidos.
Llego la noche y todo se complicó, el océano los atrapo más fuertemente dejándolos sin salida alguna y la poca luz que les brindaba la luna no era suficiente para calmar la marea y dejar que todo pasara.
El fuerte viento y el movimiento de las altas olas no los dejaba trabajar correctamente, sobre todo al acompañante que trabajaba y trabajaba para que las velas no cambiaran de sentido y no los llevara a lugares remotos. Cada vez la situación más dura se colocaba y el viento no cesaba, se movían de lado a lado a la par del barco y el interior de este se revolcaba sin dejar nada en su lugar mientras los números de la lotería bailaban, sin más el viento los acorralo llevándoselos lejos del barco pero el perro muy astutamente y fiel al amigo se fue detrás del papel dejando atrás al barco y sin compañía alguna para el señor.

A la madrugada el perrito llego a tierra con el papel en su hocico, las olas descansaron del mal humor de la luna, más sin embargo chispeaba y chispeaba.
Alzo la mirada y se encontró con una mujer, parecía india, de pelo negro, largo, un vestido de colores verde, azul y al terminar el vestido solo era rojo, con los pies descubiertos dejándolos acariciar del mar y un palo que lo sostenía como bastón. Ella estaba acompañada de una vaca amarrada a un palito, grande y gibosa con cuernos y color beige.
En ese momento el perrito entendió que estaba muy lejos de su compañero y que le esperaba un largo viaje más, pero eso no le ocasiono ningún disturbio.

Caminaba y caminaba y por el camino se encontró con una chiva llena de hombres color negrito con sus tulas y trapos, estos pararon en el camino y le permitieron al perrito acompañarlos hasta la ciudad.

A la noche llego a la ciudad y siguió su camino sin compañía, sin comida, sin posada, nada, solo pensando en su amo.

Más, más y más ciudades llenas de personas con sus mercancías, bicicletas, coches y demás objetos necesarios para conseguir el sustento diario. Lo veían pasar, solito, sucio y con el papel aun en el hocico, pero unos cuantos niños no se quedaron con las ganas de jugar con él y quitarle su camiseta rectangular, pero él no se detuvo, siguió y siguió por más agua que le tiraran, le robaran su camisita, y lloviera, siguió. Inclusive siguió y más rápidamente cuando unos perros no dejaban de seguirlo aunque perdido quedo… pero esto no fue una muralla para no seguir, la guerra no le gano, el amor perduro y caminaba y caminaba.
El cansancio se desvanecía cuando llegaba a lugares remotos que le daban algo de seguridad para poder conciliar el sueño y recordar a su amigo fiel, sin dejar de recordar los números que lo llevarían a un mejor hogar.

Al desierto llegó y los camellos también, al igual que la belleza que nos brinda la naturaleza de ver campo verde y montañas alrededor, pero no se dejó distraer por mas maravillas que veía al pasar. Mientras el tiempo transcurría el clima cambiaba y por más calor y frio que seguía y seguía, la nieve no lo durmió y la impresión de los aldeanos chinos no lo asustaron.

El tren lo amordazo pero no vio problema por sentarse acompañado de unos jóvenes y una fogata mientras el tren le dejaba el camino libre.

Los días y las noches, las semanas y los festivos, los meses y… los meses, no lo desconcertaban, seguía.

¡Vio un barco, vio un barco! ¡Llego a la ciudad, a su ciudad, a su hogar! Menos, se iba a rendir, más ganas de ver a su amigo humano le daban. Sin dejar que nadie lo molestara corrió y corrió pero, ¡stop! Un poco de comida no le caería mal. Le hizo compañía a un viejito, un viejito sin hogar, de la calle, sin compañía y este le regalo un poquito de pan y así con la barriguita algo llena y el espíritu reconfortado llego a su humilde morada, se posó en la puerta y observo al señor sentado en su sillón, en la sala y viendo la televisión, pero… ¡Espera! Que tenemos aquí, la mano esta afuera del sillón como si tocara o acariciara algo, un, un, un ¡Gato! ¿Qué es esto, que está pasando? El perrito no entendía. La tristeza invadía su pequeño rostros y las lágrimas no dejaban de asomarse a sus ojitos, la noche, el viento y la luz de la luna no fueron su mejor compañía pero tampoco su peor pesadilla ya que había pasado noches enteras dándole las manos a estos dos seres de la naturaleza.

El sol empezaba a salir y los rayos lo despertaron recordándole que había otro ser en el parque solo, sin compañía, sin hogar, sin comida y con frio al igual que él. ¡El viejito del parque!, ¡El que le regalo el pedacito de pan! Ese, ese, el de abrigo negro, pantalón y zapatos grises, el peludo de pelo negro, barbas marrones y de bigotes canosas. ¡Ese!

Corrió y corrió y corrió, pensando en que de pronto no lo iba a encontrar donde ayer lo vio y… ¡Zap! Hay lo hayo. Parándose de su cama, la banca del parque, para empezar el nuevo día. Al darse la vuelta lo primero que vio fue a ese lindo perrito otra vez a su alrededor y en ese momento el perrito dejo caer de su hocico los números de la vieja lotería, pero por más vieja que fuera seguía vigente porque nunca se reclamó, así que ese mismo día un cuento termino y otro empezó.

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