domingo, 25 de septiembre de 2011

El valor de la gratitud

Alexandra Medina

Soy Wilson, soy un french poodle y tengo una bonita relación con mi dueño o más bien mi papá, él me quiere mucho y me lleva siempre con él.
Un día estábamos en el barco de él, era una noche de tormenta y mi papá estaba revisando la lotería y para su suerte los números ganadores coincidían con el tiquete de mi papá, no lo podíamos creer saltábamos de alegría, pero tanta felicidad no duró mucho tiempo, debido a la fuerte tormenta, el viento hizo que el tiquete de la lotería se fuera volando, yo corrí detrás de el y salté al mar para poder alcanzarlo, mi papá salió detrás mío gritando mi nombre pero yo fui más rápido que él , y no logró alcanzarme.
Nadé por mucho tiempo pero logré agarrar el tiquete pero el barco ya no estaba , seguí nadando hasta llegar a la orilla y seguí caminando hasta llegar a mi casa. Fue una larga caminata, pasé por un barrio un poco extraño, muy pobre, y superpoblado, hacia mucho calor y una señora sin querer me echó agua pero fue muy refrescante, después unos niños quisieron jugar conmigo y me quitaron un chaleco que tenia puesto, me libré de ellos tan rápido como pude. Pasé frío, hambre, me sentía muy cansado y triste porque todavía no llegaba a mi casa, buscaba refugio debajo de unas tablas para que me cubriera de las fuertes lluvias.
Después de tanto caminar, pasé por un parque y un vagabundo estaba sentado en una banca, me acerqué a él y me dio un pedazo de grande de pan, me sentía muy feliz ya que estaba muy hambriento, me comí el pan y seguí mi rumbo un poco más contento.
Hasta que por fin llegué a mi casa, me acerqué despacio para darle la sorpresa a mi papi, pero la sorpresa me la llevé yo cuando miré por la puerta a mi papá muy feliz y acariciando un gato, eso fue algo devastador, muy deprimente, mi papá se había olvidado de mi, ya no me quería y prefirió comprar una nueva mascota olvidando los buenos momentos que pasamos juntos. Salí con mi cabecita agachada y caminado muy lento, todavía no lo podía creer, entonces decidí ir de nuevo al parque en donde estaba el vagabundo y para mi fortuna él seguía ahí, y le di el tiquete de la lotería porque él me dio de comer cuando más lo necesitaba, así que me quitó el tiquete de la boca, me miró y se sonrío y nos fuimos caminando para ir a reclamar el tan anhelado premio y desde ese día él me adoptó y vivimos muy contentos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario