jueves, 15 de septiembre de 2011

Rubén Sánchez

Un hombre mira en el mar en el sorteo Lotto y descubre que tiene un boleto ganador.
Por desgracia para él, lo pierde en una tormenta, su acompañante, un perro, se lanza inmediatamente al mar para salvar el boleto y cuando finalmente logra tenerlo en su boca, emprende un viaje por diferentes lugares, siempre conservando el boleto. Durante su extenso recorrido se encuentra en situaciones peligrosas, de rechazo, de soledad, pero a pesar de tantas adversidades no esta en sus planes rendirse. Sigue su camino enfrentando cada obstáculo que se le presente.
En medio del camino, bien cercano a la meta por cierto, un hombre bastante humilde decide compartir lo que tal vez seria su único alimento, el perro se marcha con una necesidad menos y finalmente encuentra la casa del hombre al que le pertenecía el boleto que tanto trabajo le costo conseguir y mantener en su boca. Se acerca a la puerta, se muestra alegre, haciendo movimientos con la cola, a la expectativa de lo que pasaría cuando su amo lo viera. Pero su mirada reflejo tristeza de inmediato al ver que ya había sido reemplazado, y no exactamente por uno de su misma especie. Que podría ser peor para este perro, que ver como el hombre sonriente acariciaba entre sus piernas a un gato. Decepcionado y entristecido, pero guardando fidelidad a quien sin ningún interés suplió su necesidad de hambre, fue de regreso con el hombre humilde de aquel parque, poniéndole a sus pies el boleto ganador que con tanto esfuerzo logro mantener, en ese momento el hombre refleja una inmensa felicidad y agradecimiento por el que seria su futuro y fiel compañero.

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