jueves, 29 de septiembre de 2011

“No todo en la vida es casualidad”

María Alejandra Cañizares Moya.


En un lugar muy lejano donde solo se sentía el viento, tras la brisa del mar, algo extraordinario ocurrió, yo no sabía de lo que se trataba, pero según la felicidad que el irradiaba todo parecía ser muy bueno, y al igual que el muy feliz me encontraba. A pocos instantes de la sorpresa que recibimos, algo inesperado pasó, una tormenta arrasó con todo lo que teníamos, empezando por mí. Después de unas horas, sin saber donde me encontraba, ni el destino que me deparaba, y al ver que ni él ni yo juntos estábamos, empecé con la búsqueda de mi propio destino, obviamente sin perder las ganas y esperanzas de algún día volverlo a ver.
El océano cruce, tras varios días, y algunas noches, naufragando en medio del mar; finalmente tierra pise y lo único que en mi poder tenia era un trozo de papel. Sin saber la importancia que había en ese insignificante trozo de papel, “vaya significante papel”, lo conserve, ya que era el único recuerdo que me quedaba de él.
Me encontré con una cantidad de cosas que en mi vida había visto, gente muy extraña, lugares incómodos, “bueno algunos no tanto”; pero para mí según las circunstancias en las que me encontraba, de incertidumbre, soledad, y sin saber hacia dónde me dirigía, no era nada fácil.
A pesar de todo lo anterior hubo mucha gente que me ayudo, a lo mejor sentían lastima al verme tan desolado y sin rumbo alguno, y sobre todo al saber que un ser vivo como yo no podía hablar, ni expresar lo que necesitaba, que lo único que podía hacer era dejarme guiar por mis instintos. Hubo gente que pensó en adoptarme, unos me miraban con ojos de curiosidad, otros me cargaban y trataban de jugar conmigo, pero para mí eso era nada más que una molestia, ya que yo solo iba por un objetivo, el cual era encontrar a mi amo.
Pase por todo tipo de lugares, algunos, donde, como si nunca hubiesen vistos algo como yo, y otros donde habían muchos como yo, y como buenos defensores de nuestro terreno, tras de mi salían corriendo hasta sacarme del mismo. En ciertos momentos pensé rendirme, estos eran cuando me seguía sintiendo tan solo y tan lejos, cuando atravesaba polos y desiertos, cuando escalaba cumbres y solo con el vacio me encontraba. Un día, presencie algo muy parecido a lo que viví esa tormentosa noche; un barco gigante con el nombre del puerto del que partí ese día; pues sin duda alguna embarque de nuevo, claro sin que nadie se diera cuenta, ya que para nosotros era prohibido. Atravesé otro largo camino marítimo, pero esta vez no naufrague; llegue a donde finalmente quería llegar, ya que mi corazón asi lo sentía. Al caminar por las calles, me di cuenta que este era el lugar al que pertenecía y con el trozo de papel que conserve durante toda mi trayectoria, llegue. Esta vez sí sabía dónde me encontraba puesto que empecé a repasar todos los viejos caminos que solía andar con mi amo; sentía que este era mi sitio, mi lugar. Finalmente me di cuenta, ya que vi con mis propios ojos, que ese lugar otro me lo había robado, pues mi amo se encontraba muy tranquilo y muy feliz acariciando al mismo, como si solo hubiese buscado un reemplazo. Sin que él se enterara de que yo había regresado, di vuelta atrás y a los brazos de alguien, que me brindo ese poco para mí, pero para el mucho de su comida, arrime. Solté de mi boca ese que en su momento se convirtió en insignificante trozo de papel, pero en este caso muy significante, de acuerdo con la reacción y la cara de este pobre y humilde hombre, según su apariencia. Significaba demasiado, y aunque dicen que el dinero no es más que una ilusión, este no fue nuestro caso, no era nada más y nada menos que el billete de la lotería que había acertado en todos sus números, unos cuantos meses atrás.
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Nunca se sabe de quién puedes esperar algo a cambio, pues quienes crees que de verdad te aman te pueden traicionar.
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